Las repercusiones de la política económica de Trump

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La política económica de Trump estará basada en dos distintos tipos de medidas: las ideológicas y las deseadas. Las primeras son las tradicionales del Partido Republicano, una formación caracterizada por favorecer al sector privado en detrimento del público y escasamente partidaria de la transición energética.

Las segundas tienen como objetivo satisfacer los deseos de los votantes cuyo poder adquisitivo es inferior al que era. Según Pew Research, entre 1970 y 2023, el porcentaje de hogares de clase media disminuyó desde un 61% al 51%.

Para muchos de ellos, la culpa la tuvo el desplazamiento de una parte de la industria desde EEUU al Sudeste Asiático, la competencia desleal de las empresas chinas y la llegada masiva de inmigrantes.

Las medidas tradicionales del Partido Republicano son:

1) La disminución de los impuestos. Para sus miembros, el dinero es mejor que esté en los bolsillos de los ciudadanos que en las arcas públicas, pues consideran que el gasto realizado por el sector privado es más eficiente y racional que el efectuado por la Administración. Por tanto, son favorables a la reducción de los tributos a los hogares y empresas.

Para aumentar los ingresos de las familias, el nuevo presidente ha previsto eliminar el gravamen a las horas extras, las pensiones, las ayudas de la Seguridad Social y las propinas.

A lo largo de la legislatura, pretende situar el tipo efectivo del tributo sobre la renta por debajo del 10%. Para incrementar los beneficios obtenidos por las empresas, Trump piensa reducir la tasa nominal del impuesto de sociedades desde un 21% a un 15%.

2) La reducción del gasto público. Las tres principales partidas de gasto de la Administración Federal son: la Seguridad Social (esencialmente, las pensiones), el Medicare (seguro médico destinado a los mayores de 65 años) y el dispendio en Defensa. El nuevo presidente no quiere disminuir el importe de los dos primeros epígrafes y probablemente realice un incremento sustancial de la cuantía gastada en el tercero.

Por el contrario, casi todas las demás rúbricas puede ser objeto de un recorte. En un lugar destacado están los costes de personal.

Para reducirlos, el Gobierno ha ofrecido a dos millones de empleados públicos una indemnización de ocho meses de salario, si deciden renunciar a su actual ocupación. Según sus previsiones, la oferta será aceptada por un 10% de la plantilla.

Entre las partidas recortables están múltiples subvenciones. Algunas de las afectadas pueden ser las destinadas al alquiler de vivienda, transporte, Medicaid (seguro de salud dirigido a personas con ingresos reducidos), desarrollo de las energías verdes, implantación de banda ancha, escuelas públicas, construcción y mejora de infraestructuras en ciudades y condados, cupones de alimentos de comida basura, terratenientes agrícolas y programas de ayuda internacional.

3) La desregulación de las actividades productivas. Tiene como objetivo limitar las restricciones gubernamentales a la actividad empresarial, con la finalidad de estimular el crecimiento económico y la creación de empleo. Los sectores más beneficiados serán las empresas petroleras, tecnológicas, farmacéuticas y los grandes bancos.

Las primeras deberán cumplir menos normativas medioambientales; las segundas tendrán carta blanca para desarrollar sus programas de inteligencia artificial; las terceras podrán acortar el período de creación de nuevos medicamentos; y los últimos incrementarán sus beneficios al conceder más préstamos, pues la nueva Administración les permitirá aumentar el ratio que relaciona el crédito otorgado con los fondos propios.

4) El crecimiento de la producción de combustibles fósiles. En los siglos XIX y XX, una sustancial parte del éxito económico de EEUU estuvo basado en la explotación de sus ingentes recursos naturales. Entre ellos, especialmente la extracción de petróleo y gas. En la actualidad, el país continua siendo el principal productor mundial de crudo, pues en 2023 su oferta superó a la de Arabia Saudí y Rusia en 7.969.000 y 8.283.000 barriles diarios, respectivamente.

En los próximos años, según el secretario del Tesoro Scott Bensent, la producción de combustibles fósiles aumentará un 3% anual.

Para hacer más rentable las inversiones en yacimientos, la Administración Federal adoptará dos medidas: obligará a las naciones que tienen un elevado superávit comercial con EEUU a comprarle más petróleo y gas natural, y disminuirá los costes de extracción de dichos productos al flexibilizar los requisitos que deben cumplir sus explotaciones.

Las medidas deseadas por sus votantes son:

5) La imposición de aranceles. En las últimas tres décadas, a través del impulso de la globalización comercial, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) han facilitado el desarrollo económico del Sudeste Asiático y, especialmente, el de China.

Para reducir sus costes laborales, numerosas empresas han trasladado sus fábricas desde los primeros países a los segundos, y los dirigentes de las naciones avanzadas no han hecho nada para impedirlo. El resultado ha sido la pérdida de muchos y buenos empleos en el Primer Mundo.

Para evitar la salida de más empresas hacia el Sudeste Asiático, incentivar a regresar a las que se han ido, e impulsar a numerosas compañías extranjeras a instalarse en EEUU, Trump ha amenazado a numerosas naciones con la fijación de elevados aranceles.

A China de un 60%, a México y Canadá de un 25%, a pesar de tener con ambas naciones un acuerdo de libre comercio, y a la UE con un mínimo del 10%.

6) La reducción de la inmigración. Una sustancial parte de los norteamericanos está convencida de que los inmigrantes les perjudican, ya sea porque creen que les quitan el empleo o les impiden percibir una mayor remuneración en su actual ocupación debido a la competencia que les hacen.

Están equivocados, pues la mayoría de los latinos que acceden a EEUU trabajan donde los nativos no quieren hacerlo.

La principal oposición al establecimiento de nuevas restricciones a la llegada de inmigrantes y a la deportación de numerosos ilegales la realizarán las empresas de servicios.

Sin ellos, dispondrán de menos mano de obra. Por tanto, algunas compañías no podrán expandir su actividad y otras deberán reducirla.

En los países con una reducida tasa de natalidad, la realización de una estricta política migratoria genera un importante coste económico.

Dos ejemplos son Japón y el Reino Unido. El primer país, con un crecimiento medio del PIB del 0,7% en la actual centuria, y el segundo, con una gran escasez de mano de obra después del Brexit.

Las principales repercusiones de la política de Trump sobre distintos países serán las siguientes:

1) Estados Unidos.  Si Trump cumple lo prometido, EEUU logrará un mayor aumento del PIB en el actual ejercicio que en el anterior, pero entrará en recesión dentro de dos o tres años.

El cambio de ciclo vendrá generado por un sustancial incremento de los tipos de interés, después de una elevada subida de la inflación y del déficit público. No obstante, al ser el programa del nuevo presidente un gran disparate, estoy convencido de que una sustancial parte de él no llegará a aplicarse.

La disminución de impuestos, la desregulación de actividades productivas y el incremento de la producción de combustibles fósiles impulsarán el crecimiento económico y tensarán el mercado de trabajo.

Al reducir los flujos migratorios procedentes del extranjero, las empresas tendrán dificultades para contratar a nuevos trabajadores y retener a los que tienen en plantilla. Para satisfacer a ambos colectivos, deberán pagarles más de lo que anteriormente percibían. El resultado será un incremento de sus costes laborales.

El aumento de los precios de los productos intermedios y materias primas provenientes del extranjero, derivado de la imposición de nuevos aranceles y el alza de los tipos de algunos de los ya existentes, incrementará los costes de aprovisionamiento.

La disminución de la competencia, generada por los impuestos establecidos a las empresas foráneas, permitirá a las nacionales aumentar su margen unitario de beneficio e incrementar el importe de sus productos por encima de lo que lo hacen sus costes.

El déficit público crecerá, porque la caída de la recaudación tributaria superará a la contracción del gasto de la Administración Federal. En primer lugar, porque la curva de Laffer constituye una gran falacia. En segundo, debido a que es más fácil y rápido disminuir los impuestos que reducir los dispendios públicos.

A la primera actuación, prácticamente nadie se opone. En cambio, suele existir una gran resistencia a la segunda. Los perjudicados, especialmente si tienen un lobby que los defienda, no se quedan nunca con los brazos cruzados.

2) China. Hace tres años, en el país asiático estalló un gran burbuja inmobiliaria. Al explotar, el sector de la construcción, uno de sus dos grandes motores, dejó de funcionar. No obstante, dicha burbuja también afectó al resto de variables económicas, al disminuir el nuevo crédito concedido por los bancos y aumentar en menor medida el gasto de los hogares.

Por tanto, la nación se quedó con un único motor: las exportaciones de bienes. Un propulsor económico que tendrá fecha de caducidad, si desaparece la globalización comercial debido a la imposición por parte de EEUU y la UE de elevados aranceles a las importaciones procedentes de China.

Si así sucediera, el PIB del país disminuiría, pues caerían las ventas de sus empresas en el interior y exterior. También aumentaría el desempleo y se reducirían los salarios reales de numerosos trabajadores.

3) Unión Europea. La desaparición de la globalización comercial afectaría en mayor medida a los países que más se han beneficiado de ella. En concreto, a los que poseen una industria más potente y una economía sumamente dependiente de las exportaciones, especialmente de las efectuadas a naciones no pertenecientes a la UE. Los principales estados damnificados serían Alemania, Países Bajos, Italia, Bélgica e Irlanda. De todos ellos, el más perjudicado sería el país teutón.

La aparición de una guerra comercial entre EEUU y la UE afectaría poco a España, pues solo vende al país norteamericano el 4,8% de sus exportaciones. Un porcentaje notablemente inferior al de Irlanda (26,6%), Finlandia (11,1%), Italia (10,7%) y Alemania (9,9%).

A corto plazo, dicha guerra le podría incluso beneficiar, si conllevara la suspensión de las actuales reglas fiscales europeas y obligará al BCE a efectuar una política monetaria más expansiva para impedir que la zona euro cayera en recesión.

En definitiva, el programa económico de Trump beneficiará a corto plazo a EEUU y le perjudicará notablemente a medio, pues la inflación y el déficit público aumentarán en una elevada medida.

De ninguna manera la recaudación perdida por la disminución de impuestos a hogares y empresas será compensada por la obtenida mediante la imposición de aranceles, tal y como ha indicado en diversas ocasiones el nuevo presidente.

Si los impuestos a la importación establecidos en EEUU generan la desaparición de la globalización comercial, los principales perdedores serán China y Alemania, siendo éstas las naciones que más se han beneficiado de ella.

En ambas, llovería sobre mojado, pues al país asiático le ha explotado una gran burbuja inmobiliaria y el teutón está obligado a cambiar el modelo económico utilizado en las dos últimas décadas.

A España, ni el inicio de una guerra comercial entre la UE y EEUU, ni la finalización de la globalización, le perjudicará significativamente.

En primer lugar, porque un gran porcentaje de nuestras exportaciones va dirigido al área común (un 62,7% en 2023). En segundo, debido a que el aumento del comercio entre naciones de distintos continentes le ha supuesto más pérdidas que ganancias, pues condujo a la desaparición de una parte de su industria o a su traslado al Sudeste Asiático.

Así pues, en el peor de los casos, lo que para otros países será un diluvio, para nosotros simplemente un chirimiri.